lunes, diciembre 18, 2017

Saudade

Una amiga y yo estamos aconsejando a un tercero sobre su relación amorosa con una chica casada. Le decimos que no se meta ahí, no porque nos horrorice la situación desde un punto de vista moral, sino porque no queremos que él sufra. Desafortunadamente creo que llegamos tarde.

No es la primera vez que esto pasa. El chico no lo busca activamente, pero parece que atrajese este perfil. Hasta ahora parecía que tenía claro que jamás iba a tener algo con una mujer casada o con pareja. La vez pasada fue muy tajante en este punto. Pero ahora se ven diferencias. Lo que me parece tonto es que se preste al tonteo sabiendo cuál es la situación. Pero a veces se juega y se pierde. Y en este caso, creo que él ha perdido: está pillado por la chica.

Son malas noticias porque tiene por delante dos semanas de vacaciones donde ella va a estar con su pareja. Se lo han tomado como un periodo de reflexión. Nos empeñamos en aplicar la lógica en algo que no lo tiene, e intentar ser lógicos en los temas del corazón, que carecen de toda razón. ¿Qué va a pasar? Pues mi apuesta es que él va a pasar dos semanas horribles echando de menos a la chica. Ella no va a decidirse, y cuando llegue enero estarán en el mismo punto, con la excepción de que se tendrán más ganas. Él dice que no va a querer saber nada de la relación si ella no decide dejar al marido, pero eso lo dice en frío y alejado de la tentación. Ojalá me equivoque.

Esta semana la van a utilizar para “aprovechar el tiempo para estar juntos”. Yo no le veo ningún sentido. Suena bonito y romántico, pero no veo la razón si lo que buscan realmente es cortar después de las vacaciones. Estar juntos ¿para qué? ¿Para fortalecer más los lazos que los unen y que todo sea más complicado? ¿Para alimentar un fuego que se pretende apagar después?

Yo, con toda la crudeza que he podido, he aconsejado a mi amigo que corte con ella ya mismo. Y, sobre todo, que no se acueste con ella en esta semana. No quiero que se ilusione más aún. No me hará caso. A veces me parezco a Casandra, advirtiendo de los peligros sin que nadie la tome en serio. Luego llega el desastre. Y como decía Iron Maiden en “The Prophecy”:
“Now that they see the disaster is done
Now they put all the blame unto me
They feel I brought on a curse”

Una parte de mí, la más inocente e ingenua, se pregunta por qué soy tan cínica y no cree en el amor. Me encantaría decirle que sí, que sería muy bonito que las cosas salieran bien entre ellos (con lo romántica que soy yo). Y podrían salir, por qué no. Ojalá mi amigo pudiera ser feliz.
Pero lo más probable es que la historia salga mal. Dicen que el amor lo puede todo, pero no es verdad. Me pongo en el lado peor y veo lo que le espera: la soledad del amante, la saudade. Es decir, estar siempre a la espera de que ella pueda estar disponible para estar juntos, el limitarse para hacer cosas juntos, el limitarse para comunicarse, el no poder expresar el amor abiertamente al mundo, el ser el segundo plato, el no ser la prioridad para esa persona, echarla de menos continuamente, el anhelo, la frustración.


No voy a volver a tener esta conversación con mi amigo en mucho tiempo. Más que nada porque él ha cambiado todos sus planes para estar con ella. Eso incluye la cena que teníamos esta semana (¡Menos mal que he concertado cita con el veterinario!). Quizás sea mejor así: tampoco quiero ser la aguafiestas de turno. Él sabe cómo pienso, si me ha querido escuchar. Pero la historia es suya y la vive él. Ojalá le salga bien. 

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