domingo, agosto 12, 2018

África y zoe



Cómo cultivar la alegría? Es algo que me pregunto últimamente, en un intento de mejorar mi vida. Soy demasiado seria y me tomo las cosas de una forma demasiado solemne, con poco espacio para la diversión. Más aún cuando estoy más sola que la una. Pareciera que hay que divertirse con "amigos" siempre. Por ello pareciera que me encontrase atrapada entre sombras.

Me he propuesto añadir alegría a mi vida e intentar disfrutarla más. No sé cómo lo voy a hacer, pero tengo todo un ala 7 por explotar. Sé que no va a ser muy fácil porque existe en mí esa tendencia contraria, y que quizás la alegría sea como un músculo que hay que ejercitar.

Este fin de semana son las fiestas de San Lorenzo en el barrio de Lavapies. Pensé que podría echar un vistazo al programa de fiestas para ver qué había planeado. Si no había nada que me llamase, siempre podía ir a ver el ambiente. Por lo menos sería algo diferente a ir al gimnasio o a meditar (nada en contra que ahora mismo son mi mayor fuente de endorfinas). El programa tenía buena pinta. Ya me gustaría que en mi barrio hiciesen actividades así.

 Y de repente ahí estaba: clase de danza africana. Había también una clase de salsa. Jo, cuánto hace que no voy a bailar salsa. En general me gusta bailar. Ahora lo cubro con las clases de zumba, pero no es lo mismo.
Pregunté a los organizadores si era necesario apuntarse en algún sitio para participar, pero dijeron que no. Así que después de mi siesta con los tornados, me fui a Lavapies.

Por supuesto, mi mente intentó sabotearme con argumentos para no ir. El principal es el miedo. Sabe que juega con algo muy sensible que está muy dentro de mí, y que tiene que ver mucho con mi timidez. Es un patrón arraigado. Funciona muchas veces. Pero esta no.

Llego a Lavapies y veo la verbena. Últimamente voy mucho a este barrio, fundamentalmente por los cursos alternativos. Es un barrio curioso, tiene mucha mezcla. Hoy la calle está tomada por las terrazas de los bares.

Llego a la calle del Dr Fourquet, donde va a darse la clase. Es la primera vez que paso por allí, y mira que queda cerca de Argumosa. La asociación La Fourquetina ha puesto una carpa en medio de la calle, desde donde se controla la música  Hay también vino tinto para consumir. Es mi último intento para huir de allí. Pero no.

Aparece el profesor, y con él empieza a llenarse la calle. Se llama Koffi y da clases de danza africana en el barrio, pero en horario de estudiantes y amas de casa. Así es difícil poder asistir. Koffi enseña algunos pasos, no demasiado complicados, para poder reproducirlos con la música. Lo más complicado es bailar con la mochila a cuestas, sobre el adoquinado, y con las sandalias. Hay mucha gente, sobre todo mujeres, y hace calor. Aún así, bailamos. Es divertido. Me recuerda un poco a la clase de zumba.

La música es muy pegadiza. La música tiene mucho que ver con el estado de ánimo. La música africana tiene mucha percusión, que te arraiga a la tierra. La percusión es puro elemento de tierra. Yo la noto muchísimo en el cuerpo, a diferencia de otros instrumentos. Me viene a la cabeza algo que pensé: el corazón es el tambor del cuerpo y su vibración se escucha en todo él  Su frecuencia es lo que resuena en las células y en los tejidos, y es la frecuencia a la que se sintonizan. Una frecuencia de tristeza, sintoniza células tristes.

Termina la clase. Me lo he pasado bien y me he superado a mi misma. Llamo a Raquel por si quiere hacer algo, pero está preparando el curso de Reiki III de mañana. Al final no me dio tiempo a finalizar las practicas del II y tendré que esperar. Decido cenar un rollo de sushi de foie y mango. Mejor en versión chutney, pero está muy rico.

Para regresar a casa decido hacer la gracia y alquilar un coche eléctrico de esos que están de moda. Para el Madcool me registré en Zity, y todavía no había hecho uso del servicio. Zity usa como modelo Zoe, el eléctrico de Renault. Es un coche pequeño, pero que está muy bien. Mi mente también me ha puesto impedimentos para hacer esto, pero hoy tengo a mi ego muy calado y estoy en contra fónico. Lo siento, chato.

El servicio funciona muy bien. Mi problema viene con el coche: es automático, y no conduzco uno desde que estuve en Salzburg. Tengo que adaptarme un poco al funcionamiento. Pero lo peor es el freno: te deja clavado en el sitio. No sé si será así en todos los vehículos, solamente es el mío, o me falta habilidad (o es marte rx) . Tengo algún episodio peligroso en el trayecto por culpa del freno. No lo paso bien. Voy a velocidad tortuguera para evitar parar en lo posible. Le voy cogiendo el tranquilo, pero no me siento cómoda. Busco también el trayecto menos concurrido. Así llego al barrio. Veo mucho aparcamiento disponible y decido que voy a aparcar enseguida, aunque tenga que ir andando el resto del camino. Aparco y ni rectifico porque no me apetece maniobrar más (el coche está bien aparcado). Y con la adrenalina circulando por mis venas, me voy a dormir.

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