Estaba en la casa del pueblo pasando unos días con mi familia. Allí todos descubrían algo sobre mí: me habían detectado una enfermedad incurable e iba a morirme. No tenía una previsión concreta, podía ser inminente o bien durar mucho tiempo. Sin embargo la sentencia pesaba sobre mí como una losa.
Para empezar no sabía cómo gestionar el miedo a la muerte, pero tampoco sabía cómo gestionar la vida. Me pesaba el alma y no sabía cómo levantar el ánimo con la certeza de la muerte sobre mi cabeza. A ratos pensaba que todo era un error como forma de evadirme de la realidad. Pero era un hecho, y me sentía hundida.
Por otro lado, me sentía molesta al saber que el resto conocía mi enfermedad. Odiaba al médico por haber desvelado mi situación. Yo querría haber mantenido esto en secreto, llevándolo yo sola sin que nadie lo supiera. Ahora tenía que aguantar sus caras de pena y su condescendencia, lo cual me ponía peor. Pero es que en el fondo, les daba igual, y la vida iba a seguir si mí de todas formas. Eso también me molestaba. Parecía como si yo no le importase a nadie lo suficiente como para lamentar mi pérdida.
Volvía a mi dormitorio a hacer limpieza de armarios. Estábamos haciendo limpieza de la casa en general. En mi habitación estaba mi amiga Ainoa, haciendo preguntas y comentarios absurdos. Durante un rato me ponía a ordenar ropa. Algunas prendas estaban muy mojadas de agua.
Luego salía por una puerta y llegaba a un evento de trabajo. Pedro y Oscar Díez (en el sueño era Salvatore, pero no se puede parecer menos) querían que Alberto Sanna participase en algo. Yo iba a buscar a Alberto, pero no tenía demasiadas ganas de que lo molestase, y menos para una cosa así. Así que lo dejaba tranquilo para volver a la reunión.
Había un folleto de Atos informando que habían creado un pequeño economato donde poder comprar productos de higiene personal, como pasta de dientes. Además permitían la acampada en las campas, algo que algunas personas habían empezado a hacer.
Yo regresaba a la casa del pueblo, a mi habitación, para seguir ordenando y limpiando.
Para empezar no sabía cómo gestionar el miedo a la muerte, pero tampoco sabía cómo gestionar la vida. Me pesaba el alma y no sabía cómo levantar el ánimo con la certeza de la muerte sobre mi cabeza. A ratos pensaba que todo era un error como forma de evadirme de la realidad. Pero era un hecho, y me sentía hundida.
Por otro lado, me sentía molesta al saber que el resto conocía mi enfermedad. Odiaba al médico por haber desvelado mi situación. Yo querría haber mantenido esto en secreto, llevándolo yo sola sin que nadie lo supiera. Ahora tenía que aguantar sus caras de pena y su condescendencia, lo cual me ponía peor. Pero es que en el fondo, les daba igual, y la vida iba a seguir si mí de todas formas. Eso también me molestaba. Parecía como si yo no le importase a nadie lo suficiente como para lamentar mi pérdida.
Volvía a mi dormitorio a hacer limpieza de armarios. Estábamos haciendo limpieza de la casa en general. En mi habitación estaba mi amiga Ainoa, haciendo preguntas y comentarios absurdos. Durante un rato me ponía a ordenar ropa. Algunas prendas estaban muy mojadas de agua.
Luego salía por una puerta y llegaba a un evento de trabajo. Pedro y Oscar Díez (en el sueño era Salvatore, pero no se puede parecer menos) querían que Alberto Sanna participase en algo. Yo iba a buscar a Alberto, pero no tenía demasiadas ganas de que lo molestase, y menos para una cosa así. Así que lo dejaba tranquilo para volver a la reunión.
Había un folleto de Atos informando que habían creado un pequeño economato donde poder comprar productos de higiene personal, como pasta de dientes. Además permitían la acampada en las campas, algo que algunas personas habían empezado a hacer.
Yo regresaba a la casa del pueblo, a mi habitación, para seguir ordenando y limpiando.
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