Echar de menos es la pequeña agonía que siempre está activa, como un proceso en background. Nunca desaparece del todo y cuando todo se para, emerge como un gran vacío exigiendo ser atendido. Es un vacío que no se puede llenar. Un vacío que quema y que no deja respirar. Así de fuerte es la añoranza.
Quizás es más dificil cuando extrañas algo que amas, porque ¿cómo renunciar a eso? No puedes. No se renuncia jamás. Es una herida que queda abierta y no cicatriza. No se renuncia, te lo arrebatan. O se quitan de enmedio. Sea como sea, te quedas con ese amor y ese anhelo, tan inmensos, y ¿qué haces con ellos? Los lloras. He alimentado ríos con mis lágrimas. Pero la pena sigue ahí. También el amor y el anhelo.
Durante el día me he encontrado escapando hasta en los rayos del sol, y en el color otoñal de las hojas. También me vale un supermercado. Cualquier cosa que me ayude a sobrellevarlo. Por la noche es casi peor, porque no tengo donde refugiarme. Son esos momentos antes del sueño, donde la mente galopa alocadamente y me trae su recuerdo. Lamentablemente extrañar no solamente es recordar. Pero luego llega el sueño y me trae paz. Hasta que despunta la mañana. Vuelta a empezar.
Dejar pasar el tiempo, confiando en que las cosas mejores. El tiempo lo cura todo, dicen. Pero no creo que sea verdad. El otro día leí una frase que me parece más adecuada: "El tiempo es un anestésico para una herida que no va a cerrar nunca". La mía no cierra. Lo echo de menos. Mucho. Incesantemente.
A veces me tienta buscarlo, pero me controlo, porque no soy bienvenida, porque no soy celebrada, porque no soy amada, porque no soy buscada, porque no soy correspondida, porque no soy buena, porque sobro, porque soy absurda y no pinto nada.
¿Podría forzar la amnesia? No sé si eso es posible. Tampoco lo querría. Las cosas hay que integrarlas para que puedan transformarte, por mucho que duelan. Si no mueres antes de pena.
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<3
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