Paré de
trabajar y decidí que quería hacer algo diferente. Nada de gimnasio, nada de
pasear en las cercanías de casa, nada de televisión, nada mental. Algo que me
apeteciese hacer un fin de semana, aun siendo miércoles. Ya está bien de pensar
que solamente en el fin de semana se pueden hacer cosas entretenidas. ¿Por qué
postponer? ¿Por qué un día concreto? ¿Qué tiene el sábado que no tenga el
miércoles? Y así acabé en la feria del libro.
En
comparación a otras ediciones había una menor cantidad de gente. Que fuese
entre semana y con lluvia amenazando influyen. Comencé a pasear de caseta en
caseta mirando por encima los libros. No tenía una idea muy concreta de qué
clase de libro quería, pero siempre tengo mis predilecciones: novela o libros
eclécticos (terapias alternativas, esoterismo, autoayuda…). Aun así no veía
nada claro en la oferta.
Hice
una encuesta nada más pisar la feria. Suelo acceder a contestar porque me dan
pena los encuestadores. Me recuerdan a Leti y a Nati, y sé lo mucho que cuesta
conseguir la información (quizás porque en los formularios de proyectos también
es una tarea bastante pesada). El foco del cuestionario era el país invitado:
Rumanía. Yo pensaba: “por Dios, no me preguntes qué conozco del país y de su
gente, porque te voy a dar los topicazos”. O sea: Drácula, los zíngaros, Ceaucescu
y el cobre.
Hacía
tanto que no visitaba El Retiro que me asaltó la idea de pasar de la feria y
pasear por el parque. Me escapé a ver el Palacio de Cristal y también La
Rosaleda. Son lugares muy ligados a mi infancia. Hacía además un tiempo
estupendo para pasear, una temperatura ideal, y una luz que hacía que todos los
colores lucieran más intensos. Las rosas olían fenomenal (tengo que intentar
visitar la rosaleda del Parque del Oeste este año). Estas escapadas restaron
algo de tiempo a mi exploración de libros, pero creo que mereció la pena. Me faltaron los jardines de Cecilio Rodriguez.
Cuando
me centré en el paseo me entretuve en una caseta de fantasía y ciencia ficción.
Los vendedores estuvieron espabilados, porque empezaron preguntándome por mis
gustos y terminé comprando un libro de terror: “Démeter” que narra el viaje del
Drácula de Bram Stocker desde Rumanía a Londres. El propio autor me firmó el
libro. Me gustó la dedicatoria. De momento solamente he leído el prólogo y la
imagen creada en mi mente ha sido muy potente. Parece prometedor.
Mi
pequeño plan se me hizo corto. Me habría gustado quedarme más tiempo, pero
parezco Cenicienta con las horas límite esas que tengo grabadas en la mente.
Aun así fue una liberación, me sentó bien. No querría convertirlo en una rutina
o una oblicación, pero me gustaría repetir una experiencia similar.