viernes, mayo 18, 2018

Vergüenza

Camino despacio para hacer tiempo. De pronto me pillo anticipando posibles comentarios negativos hacia mí y poniéndome a la defensiva más y más. ¿Qué estoy haciendo? Me doy cuenta de que esos comentarios son en realidad míos, pero proyectados en otra persona, a la cual aún no he visto, ni conoce mi tema, y a la que seguramente le dé bastante igual. Y también caigo en la cuenta de que esos comentarios están generados por mi propio sistema de creencias, el cual, en parte, no acepta completamente la situación. Algo que debería ser bonito está de repente manchado porque entra en conflicto con parte de mi sistema de creencias que opina que las cosas deberían ser ajustadas a la norma social.

Conscientemente me importa una mierda la norma social. Habrá opiniones tanto buenas como malas, pero me dan bastante igual (o eso creo). Sin embargo, sí me importa lo que mis creencias dicen, aunque en este caso juegan en mi contra, me juzgan y me critican sin necesidad. Son creencias aprendidas, creencias sociales, leyes impuestas para controlar al individuo e impedir que destaque del grupo. Siento la vergüenza pero también reconozco la cantidad de basura que alberga mi inconsciente. Y sí, una parte de mí preferiría que todo fuese más estándar, pero no lo es. Pienso que no es nada fácil ser una oveja negra. Y sólo es el principio.

Hablo con esta persona y efectivamente no hay ningún reproche por su parte, ninguna censura. Ni siquiera soy capaz de captar sus opiniones por su lenguaje corporal o por otro tipo de canales. Es todo bastante aséptico, profresional, un tanto frío, objetivo.

Salgo y me siento bastante vulnerable. Vuelvo a sentir el frío interior y la soledad. También siento todo el peso de la individualidad. Me refugio en el coche y lloro un poco antes de arrancar y ponerme en marcha para ir al trabajo. Hoy llega una nueva esbirra y tengo que templarme antes de encontrarme con ella. Como si nada pasara.

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