Una de las cosas más fastidiosas del olvido son los flashbacks. Para mí un flashback es un recuerdo que interrumpe de manera espontánea, inesperada, inoportuna, y casi siempre indeseada, en el pensamiento. El flashback te obliga a revivir una escena del pasado, que puede ser buena o mala, pero que siempre despierta emociones y desencadena procesos internos. A veces trae sonrisas, pero las emociones principales son melancolía, añoranza y tristeza. Los flashbacks te recuerdan lo que has perdido, lo mal que has gestionado una situación, lo miserable que es tu vida, lo mucho que añoras algo. Te pillan siempre con la guardia baja, y se aprovechan de ello para explotar tu vulnerabilidad. Se desencadenan y se propagan en la mente, como una reacción en cadena que es muy difícil de controlar. Despierta a tu crítico interno, el más cruel y despiadado. El flashback golpea y lo hace fuerte.
Además tienen la característica de que los recuerdos son muy vívidos, como si estuvieses pasando de nuevo por ellos. Recuerdas el tiempo, la luz, los colores, los olores, los sonidos, las palabras, el tacto; es como si tus sentidos se activasen nuevamente ante una señal fantasma. El corazón vuelve a resentirse. De alguna forma, los flashbacks le recuerdan que le queda mucho por sanar (si no ahondan más en la herida abierta), y te ahogan en ese dolor agudo que se detona en el pecho.
A veces pienso cómo es posible que duela tanto un vacío. Quizás sea una variante del síndrome del miedo fantasma: el cerebro no ha borrado de su mapa el corazón que una vez hubo ahí, y sigue mandando señales al abismo.
¿Qué puede hacerse? No lo sé muy bien. Yo suelo intentar evadirme para no sentir. O llorar en su lugar a escondidas.
Además tienen la característica de que los recuerdos son muy vívidos, como si estuvieses pasando de nuevo por ellos. Recuerdas el tiempo, la luz, los colores, los olores, los sonidos, las palabras, el tacto; es como si tus sentidos se activasen nuevamente ante una señal fantasma. El corazón vuelve a resentirse. De alguna forma, los flashbacks le recuerdan que le queda mucho por sanar (si no ahondan más en la herida abierta), y te ahogan en ese dolor agudo que se detona en el pecho.
A veces pienso cómo es posible que duela tanto un vacío. Quizás sea una variante del síndrome del miedo fantasma: el cerebro no ha borrado de su mapa el corazón que una vez hubo ahí, y sigue mandando señales al abismo.
¿Qué puede hacerse? No lo sé muy bien. Yo suelo intentar evadirme para no sentir. O llorar en su lugar a escondidas.
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