viernes, septiembre 14, 2018

Regalos

Ayer salí de casa a comprar un pequeño detalle para unas niñas que me invitan a merendar. Son las hijas de una amiga y mis méritos son especialmente mi nombre y mis gatas. Con eso solamente ya soy genial. Quería tener con ellas un pequeño gesto de agradecimiento. No es que yo sea la persona más detallista del mundo, pero sí me gusta tener pequeñas atenciones cuando así lo considero.

Para mí, hacer un regalo es una especie de reto, porque pretendo acertar con el gusto del que lo recibe, cuando muchas veces ni siquiera estoy muy segura de cuál es. Hacer un regalo por tanto requiere de una preparación especial: es tiempo, es esfuerzo, es atención, y sobre todo, es un pedacito de mí que va en ese regalo. Es como si con el regalo, ofreciera también un trocito de mi persona.

Ayer, por ejemplo, recorrí el centro comercial de arriba a abajo buscando lo que tenía en mente. En este caso particular, hablamos de dos niñas de unos 5-8 años (la verdad no estoy muy segura), que les encantan los animales y las princesas, y que se llevan la suficiente edad como para competir con ellas. Por tanto, los regalos debían ser suficientemente equiparables para no despertar los celos de una a la otra. Porque me conozco el tema de los niños y las comparaciones.

Como consideran que su madre y yo vamos de brujas, había pensado en comprarles sendos gorros de brujas. Pues no hubo manera de encontrarlos. Aunque ya se está montando la decoración de Halloween, aún no están los estantes preparados, y apenas hay mercancía. Mi primera opción descartada.

También había pensado en pegatinas de Frozen (Frozen es un valor muy seguro), y Rydwlf me sugirió algunas ideas de Lego y de Playmobil. Incluso la tienda Disney era una opción. Pero no. Nada de nada. ¿Cómo es posible?

Por ejemplo, encontré libros de Frozen, pero ¿son capaces esas niñas de leer esos libros? Si regalo libros diferentes ¿no se van a enfadar entre ellas? Luego encontré un juego de muñecos de Frozen, pero ¿realmente quería gastarme ese dineral para no acertar? También vi unos sets de Playmobil de 6-12 años, pero ¿qué años tienen estas niñas?¿es un regalo adecuado? Y si compro a una la muñeca rubia (las dos niñas son rubias), ¿se enfadará la otra si le llevo la castaña?  Y si le llevo a una el juego de fútbol, ¿qué pensará la otra si le llevo el de hockey?. No sé, un dilema. Muy seis todo.

Anduve de un lado a otro en busca de algo que me pareciera adecuado, hasta que por fin di con un kit de manualidades para crear tu propia bruja. Algo pequeño, asequible, y ¡había dos iguales! Lo completé con sendos paquetes de gominolas que son parecidos, pero no iguales del todo, y ya veremos qué tal aceptan que una tenga el azul y las conchas de mar y la otra el rojo y las estrellas de mar. Pero mi parte está hecha. Sólo falta envolverlo en papel regalo (iguales ambos, por supuesto), y listo para entregar.

El riesgo de todo esto es que el regalo no guste o que simplemente lo ignoren, después del esfuerzo que me ha supuesto. Que puede pasar, lo sé, y lo tengo muy racionalizado como para que me afecte (o eso creo). Pero la verdad es que poca gente valora el esfuerzo que supone el regalo en sí. Nunca se ve el tiempo, el empeño, y la ilusión que se invierte en el proceso. Te llega el resultado final y es eso lo que se valora, pero no todo lo que hay detrás.

Ciertamente podríamos hablar sobre la intención del que regala y las expectativas que tiene sobre la recepción. En mi caso, diría que mi motivación primaria es complacer al otro, porque me encanta compartir la alegría que le puede generar recibir un regalo. Es una especie de conexión mágica que se establece entre ambos en ese momento, un acercamiento, una comunicación no verbal de afecto. Es un sentimiento estupendo. Luego hay motivaciones secundarias: un gusto por el proceso, que es una especie de anticipación de la motivación primaria, y por supuesto, la necesidad de reconocimiento, que es lo peor cuando el regalo no se recibe en la manera esperada.

Con las prendas de amor sucede algo parecido. Das porque amas, porque en cada prenda hay un pedacito de tu corazón, de tu amor, de tu espíritu, de tu ser. Dar como expresión de amor  . Das porque te encanta ver sonreir a la otra persona, porque sabes que gusta de lo que le has entregado. Das porque quieres conectar con la otra persona, quieres reforzar la unión entre ambos de una manera agradable. Das porque harías cualquier cosa por esa persona.

Y luego...quizás no se recibe tu prenda en la forma que pensabas, o no se valora, o se ignora, o se da por hecho.Puede resultar entonces un tanto desilusionante. Pero hay que recordar algo: esa prenda puede darte una idea del tamaño de tu amor, de tu capacidad de amar, de cuánto te entregas...Y quizás, en vez de dar tanto a los demás, debieras darte a ti misma lo que para otros no es importante.

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