Ayer me
levanté cansada, pero sobre todo floja. Es increíble lo mal que te sientes en
cuanto te hurgan un poquito en el cuerpo. Crisis había anunciado el día
anterior su renuncia a correr la maratón, lo cual fue en parte un alivio
(aunque echo de menos ciertos aspectos) y tampoco tenía el cuerpo para ir al
gimnasio. Aun así, me había despertado pronto y quería aprovechar el día dentro
de mis posibilidades.
Se me
ocurrió la idea de ir al Teleférico y dar un paseo por la casa de campo. Cuando
llegué a Argüelles vi la maratón cruzar por la calle Ferraz y se me hizo un
mundo. Cuando uno se encuentra mal, piensa peor, y todo parece un escollo
insalvable. Ya que me había desplazado, pensé en las alternativas: 1) un paseo
por Moncloa hasta Ciudad Universitaria, 2) subir por Alberto Aguilera hacia
Fuencarral, y 3) llegar al centro. Sin embargo, tras tomarme un café me sentía
más entonada, y quise darle al Teleférico otra oportunidad.
En el
café asistía a una propuesta romántica entre los camareros. Él le dijo a ella: “Tú,
yo y Netflix, ¿qué te parece?”. Estuve a punto de decirle: “Chica, acepta o me
apunto yo”. El chico tenía buena pinta: era guapete, simpático, y parecía
confiable. Y tirarme toda la tarde viendo series en Netflix me parecía todo un
planazo. Lamentablemente él no me lo había propuesto a mí, y seguramente
tampoco habría aceptado porque:
1. No lo conocía
2. Era joven para mí
3. Viendo a la chica sé que yo no
era su tipo
4. Seguro que termina haciéndome
daño
5. No me encontraba del todo bien
6. Tenía mis propios planes para la
tarde, planes de solterona ermitaña.
Salí
del café y me encaminé al Teleférico. Para mi mala suerte, estaba cerrado. ¿Por
qué? Se supone que estaba operativo desde Semana Santa. Mi gozo en un pozo.
Decidí entonces que iría el templo de Debod, que hacía mucho que no visitaba.
Hice
unas fotos y luego me senté en un banco entre sol y sombra para ver a un grupo
hacer Tai Chi y para leer un ratito. Fue un rato bastante agradable. Hacía una
temperatura suave y estuve muy tranquila. Un domingo diferente a los que vengo
haciendo. Nuevamente, otra rutina en la que me he metido sin darme cuenta.
Tras
acabar el libro “Cómo curar un corazón herido”, he empezado a leer “Ender’s
Shadow”, que es un cambio de tercio. Es la historia paralela a “El Juego de
Ender”, que es uno de mis libros favoritos. Aquí se cuenta la historia de Bean,
el lugarteniente de Ender, y trata de dar otro punto de vista de la primera. Me
está gustando mucho (me encanta la ciencia ficción), tanto que de haber
empezado el viernes, me lo habría acabado este mismo finde de una tacada. No puedo
decir que sea mejor que el original, porque la historia de los niños se asemeja
un poco entre ellos. Ambos son niños excepcionalmente capaces con infancias
duras. No me atrevería a decir quién es mejor, aunque este libro exalta mucho a
Bean, que parece tener una inteligencia extraordinaria.
Bean es
un eneatipo 5, un cincazo de hecho, y eso hace que me sea más fácil
identificarme con él. Todos nos identificamos más cuando el héroe es de nuestro
propio eneatipo. Bueno, yo no soy un cinco, pero sí tengo el ala. Bean se mueve
por la búsqueda del conocimiento. Me alucina lo cerebral y frío que es, cómo
analiza todas las situaciones, todas las relaciones, cómo experimenta para ver
los efectos que obtiene sin preocuparse mucho del resultado. No busca el grupo
para pertenecer, sino para usarlo en su beneficio. No establece vínculos
afectivos.
Si algo
nos enseña el 5 es el desapego emocional, que es algo que debería cultivar más.
De hecho, ayer recordé lo que significa sentir el desapego y por un momento
sentí la ausencia completa de miedo, que viene de una ausencia completa de
expectativa por el futuro y su devenir, así como la ausencia de cualquier
vínculo personal con otras personas. Fue una sensación muy especial. Ahora que
la conozco, la veo como un ideal para alcanzar.
Todavía
no he llegado a saber el eneatipo de Ender. Yo apostaba por un 8, pero Raquel
dijo que era un 9 ala 1. Ahora no me cuadra su clasificación. También es verdad
que no he leído los libros posteriores para tener más datos. Obviamente Orson
Scott Card no se basaría en el eneagrama para perfilar el personaje tampoco.
Independientemente,
el libro me parece muy entretenido. Me pasé toda la tarde del domingo leyendo
en el sofá, bajo una manta ligera, en el más absoluto silencio, totalmente
capturada por la historia. Hasta me supo mal tener que dejar de leer para
preparar la cena. Como mecanismo de evasión es bastante bueno. Estoy deseando
llegar a casa para poder seguir leyendo. No creo que vaya a poder terminarlo
antes del sábado.
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