lunes, abril 23, 2018

Bean




Ayer me levanté cansada, pero sobre todo floja. Es increíble lo mal que te sientes en cuanto te hurgan un poquito en el cuerpo. Crisis había anunciado el día anterior su renuncia a correr la maratón, lo cual fue en parte un alivio (aunque echo de menos ciertos aspectos) y tampoco tenía el cuerpo para ir al gimnasio. Aun así, me había despertado pronto y quería aprovechar el día dentro de mis posibilidades.

Se me ocurrió la idea de ir al Teleférico y dar un paseo por la casa de campo. Cuando llegué a Argüelles vi la maratón cruzar por la calle Ferraz y se me hizo un mundo. Cuando uno se encuentra mal, piensa peor, y todo parece un escollo insalvable. Ya que me había desplazado, pensé en las alternativas: 1) un paseo por Moncloa hasta Ciudad Universitaria, 2) subir por Alberto Aguilera hacia Fuencarral, y 3) llegar al centro. Sin embargo, tras tomarme un café me sentía más entonada, y quise darle al Teleférico otra oportunidad.

En el café asistía a una propuesta romántica entre los camareros. Él le dijo a ella: “Tú, yo y Netflix, ¿qué te parece?”. Estuve a punto de decirle: “Chica, acepta o me apunto yo”. El chico tenía buena pinta: era guapete, simpático, y parecía confiable. Y tirarme toda la tarde viendo series en Netflix me parecía todo un planazo. Lamentablemente él no me lo había propuesto a mí, y seguramente tampoco habría aceptado porque:
1.       No lo conocía
2.       Era joven para mí
3.       Viendo a la chica sé que yo no era su tipo
4.       Seguro que termina haciéndome daño
5.       No me encontraba del todo bien
6.       Tenía mis propios planes para la tarde, planes de solterona ermitaña.

Salí del café y me encaminé al Teleférico. Para mi mala suerte, estaba cerrado. ¿Por qué? Se supone que estaba operativo desde Semana Santa. Mi gozo en un pozo. Decidí entonces que iría el templo de Debod, que hacía mucho que no visitaba.

Hice unas fotos y luego me senté en un banco entre sol y sombra para ver a un grupo hacer Tai Chi y para leer un ratito. Fue un rato bastante agradable. Hacía una temperatura suave y estuve muy tranquila. Un domingo diferente a los que vengo haciendo. Nuevamente, otra rutina en la que me he metido sin darme cuenta.

Tras acabar el libro “Cómo curar un corazón herido”, he empezado a leer “Ender’s Shadow”, que es un cambio de tercio. Es la historia paralela a “El Juego de Ender”, que es uno de mis libros favoritos. Aquí se cuenta la historia de Bean, el lugarteniente de Ender, y trata de dar otro punto de vista de la primera. Me está gustando mucho (me encanta la ciencia ficción), tanto que de haber empezado el viernes, me lo habría acabado este mismo finde de una tacada. No puedo decir que sea mejor que el original, porque la historia de los niños se asemeja un poco entre ellos. Ambos son niños excepcionalmente capaces con infancias duras. No me atrevería a decir quién es mejor, aunque este libro exalta mucho a Bean, que parece tener una inteligencia extraordinaria.

Bean es un eneatipo 5, un cincazo de hecho, y eso hace que me sea más fácil identificarme con él. Todos nos identificamos más cuando el héroe es de nuestro propio eneatipo. Bueno, yo no soy un cinco, pero sí tengo el ala. Bean se mueve por la búsqueda del conocimiento. Me alucina lo cerebral y frío que es, cómo analiza todas las situaciones, todas las relaciones, cómo experimenta para ver los efectos que obtiene sin preocuparse mucho del resultado. No busca el grupo para pertenecer, sino para usarlo en su beneficio. No establece vínculos afectivos.

Si algo nos enseña el 5 es el desapego emocional, que es algo que debería cultivar más. De hecho, ayer recordé lo que significa sentir el desapego y por un momento sentí la ausencia completa de miedo, que viene de una ausencia completa de expectativa por el futuro y su devenir, así como la ausencia de cualquier vínculo personal con otras personas. Fue una sensación muy especial. Ahora que la conozco, la veo como un ideal para alcanzar.

Todavía no he llegado a saber el eneatipo de Ender. Yo apostaba por un 8, pero Raquel dijo que era un 9 ala 1. Ahora no me cuadra su clasificación. También es verdad que no he leído los libros posteriores para tener más datos. Obviamente Orson Scott Card no se basaría en el eneagrama para perfilar el personaje tampoco.

Independientemente, el libro me parece muy entretenido. Me pasé toda la tarde del domingo leyendo en el sofá, bajo una manta ligera, en el más absoluto silencio, totalmente capturada por la historia. Hasta me supo mal tener que dejar de leer para preparar la cena. Como mecanismo de evasión es bastante bueno. Estoy deseando llegar a casa para poder seguir leyendo. No creo que vaya a poder terminarlo antes del sábado.

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