Uno de mis lemas es: "al trabajo no se va a hacer amigos". Sin embargo, a lo largo de esta etapa laboral he conseguido algunas amigas con las que quedo de vez en cuando fuera del trabajo. Este año está resultando todo un récord de encuentros entre las que formamos el núcleo. Solíamos ser siete, pero ahora quedamos cinco, las más avenidas. Anoche tocaba cena en mi casa, cena de brujas, akelarre.
Dada mi escasa experiencia social, estaba un poco nerviosa por los preparativos. Como soy tan perfeccionista, llevo casi un mes organizando la cena entre pensar el menú, limpiar la casa y hacer las compras. Puedo asegurar que mi casa jamás ha estado tan limpia y recogida como ahora. Ha sido una paliza, pero ha merecido la pena. En pocos días todo volverá a ser un pequeño caos, pero no espero tampoco a nadie en casa. Bueno, quizá a los Pipos, pero con esos hay confianza.
Puse la mesa en el salón, desde donde hay unas magníficas vistas al parque. Así podíamos cenar mientras caía la noche y la ciudad se va transformando. Luces ténues, música chill-out de fondo y el olor al brownie horneado por la mañana para dar ambientación. El problema es que las cabritas éstas llegaron más tarde de lo previsto. Entre media y una hora. Es algo que me saca de quicio. Además no sabía qué hacer con la comida: ¿guardo la ensalada otra vez en la nevera? ¿los langostinos y la mahonesa? ¿pongo el horno al mínimo para mantener las torres de berenjena calientes?
Por fin llega y me traen un cargamento de comida adicional. Sobre todo vino y cerveza. Incluso Heineken, que para mí no es cerveza. Ahora tengo la nevera repleta y no sé cómo hacer para consumirlo todo. Espero que los Pipos se pasen y me ayuden, o se me pasará todo.
Como era la primera vez que venían a casa, obviamente tuvieron que cotillear un poco. Parece que les gustó la casa, sobre todo las vistas, como era de esperar. Las gatas estuvieron prudentes y se escondieron. Simplemente quedó Teína sobre la cama, pero les soltó un bufido a la primera que empezaron a tocarle las narices. Yo lo entiendo, Teína. Ozzy salió en un momento al salón, pero hizo una frenada de emergencia en cuanto vio el percal y se regresó a su escondite a la velocidad del rayo. Y eso que es la más social de las tres. A Cafi la tuve que sacar a traición para que la vieran, pero fueron unos momentos, tampoco quería torturar a mi pobre gata. Eso sí, salió a despedir a todas. Yo creo que se aseguraba de que se fueran.
En cuanto a la cena en sí, estuvimos hablando de todo lo que se nos ocurrió. Tenemos tres cláusulas: 1. No meternos con Carmen (salvo Marta, que sí puede) 2. No hablar de Atos, salvo que haya algún cotilleo que merezca la pena, y 3. una cláusula que existe pero que ninguna recuerda. Intentamos cumplirlas todas y más o menos lo conseguimos, aunque Carmen considera que meternos con sus amigas es romper la cláusula 1, y es inevitable romper a veces la 2 porque es nuestro punto de unión. Yo por mi parte, como era la anfitriona, no me sentí cómoda del todo. La verdad, prefiero que organice otra. No soy Isabel Preysler, no necesito demostrar lo buena anfitriona que soy para sentirme realizada, y estrés me sobra en el trabajo.