Lo confieso: yo no he secundado la huelga feminista convocada para el día de hoy. Tampoco he ido a la manifestación de esta tarde en el centro de Madrid. Mi excusa es bastante pobre, pero es la única que tengo. He sacrificado la reivindicación por una reunión que tenía convocada desde hacía semanas. No una reunión cualquiera: venían dos personas del equipo de fuera de Madrid, que tenían billete desde hacía tiempo. Me parecía mal dejarlas tiradas y en un posible ambiente hostil. Consideré en algún instante suspender la reunión, pero tras ponderar varios criterios, decidí seguir adelante.
Hemos tenido la reunión justo en las dos horas convocadas para la huelga. Vaya ojo tengo. No hemos tenido problemas para realizarla, nadie ha venido a convencernos para parar, nadie nos ha increpado. Ni siquiera había piquetes en la entrada de la empresa. Lo único relacionado con la huelga ha sido un papel informativo depositado en las mesas de trabajo explicando la razón de la convocatoria, algunos datos sobre la discriminación ejercida en la empresa, y un cuadro donde se exponía el porcentaje de hombres y mujeres en puestos de poder y de toma de decisión. Esto último resulta lamentable. Las mujeres solamente superan a los hombres en puestos domésticos.
Entre nosotros tampoco ha habido muchos comentarios respecto a la huelga. Nuestra reunión ha transcurrido con normalidad. Uno de los puntos más importantes ha sido al reflexión que hemos hecho mi directora y yo sobre la importancia de mi grupo en el departamento, ya que muchos se sienten inferiores, incluso despreciados, frente a los técnicos, simplemente por realizar tareas de gestión. Espero que hayamos sido capaces de hace entender el mensaje, porque una de las cosas que más me interesan es el bienestar del grupo.
Asumo la decisión que tomé respecto a la reunión, pero me siento culpable. Hoy era un día para la reivindicación mediante un gesto simbólico como una huelga de dos horas (ya ves, qué miseria). Si nosotras no defendemos nuestras causas, nadie más lo va a hacer. Y hay mucho por lo que luchar. Hoy otras han hablado por mí, y se lo agradezco, pero yo debería haber sumado mi voz en defensa de algo que creo necesario y justo. Sí, he difundido alguna imagen, pero el gesto no es comparable. Además, ni siquiera era reivindicativo, sino más bien una especie de homenaje a la esencia femenina, como esta imagen, que me ha parecido preciosa (ojalá me pudiera sentir así).
Me siento culpable porque quizás debería haber sido un ejemplo para las compañeras de mi grupo. Quizás el haber mantenido la reunión ha hecho que se sintieran forzadas a no ejercer la huelga.
Me siento culpable porque la manifestación ha sido bastante exitosa, según leo en Twitter. Independientemente del número, me habría participado en una comunión emocional con cientos de mujeres marchando por las calles de la ciudad. He participado en manifestaciones anteriormente, y en las mismas se crea un sentimiento de grupo muy especial, muy emotivo. Me habría gustado poder sentirlo. Me habría gustado sentir el poder femenino, su fuerza, su energía, su vibración. Me habría gustado haberme hermanado con otras mujeres.
Pero no ha sido así. Y la verdad, me siento como una traidora.
2 comentarios:
Eres libre de sentirte como desees, faltaría más, pero yo te recomendaría que no te torturases.
Si hubieras cancelado la reunión, ¿no te sentirías también traidora?
Entiendo que lamentes no haber sentido la energía; ya habrá otras ocasiones. Pero no te sientas traidora.
Hay muchas formas de luchar. Y yo creo que ya luchas cada día. Hacer lo que has hecho también es dar una lección.
La ilustración me ha encantado.
Salud!
R.
No sé si te va a valer pero yo he sabido de alguna otra compañera que no ha podido hacer huelga y aunque primeramente me he sentido mal por estar haciendo la huelga y pensando que como hombre debía haber ocupado vuestro puesto y hecho el trabajo que teníais, tampoco es posible por la especialización que tenemos. A bastante última hora descubrí lo que podia hacer, cuidar de niños de compañeras en huelga de cuidados cosa que logré y animé a unas niñas a pintar a su madre (como superwoman) y describirlas con palabras, esas niñas luego leyeron en público el final del manifiesto y conocí dos mujeres maravillosas, de izquierdas y creyentes... Pero lo que importa es que en la manifestación, ya no fui mas hombre, fui todas, y fui especialmente... las que no podíais estar y queríais. ¡Vivas y poderosas nos queremos!
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