martes, diciembre 04, 2018

Claire y la maratón de NYC

Tiene narices que mi incosnciente me dé un sueño en el que sea yo la que participe en una maratón. No una maratón cualquiera, sino la maratón de Nueva York. Seguramente esto está relacionado con Chicago, pero a falta de experiencia me posiciona en Nueva York. Y sé que es esta ciudad porque en mi recorrido alguien grita: "Mira, la estatua de la Libertad", que como todo el mundo sabe está en una isla, salvo en mi sueño, que parece más pegada a tierra. Sin embargo, tampoco puedo asegurarlo porque la veo de refilón. Me da tiempo a ver su corona de puntas y sus colores verdosos, pero poco más, porque me encuentro especialmente cansada.

Correr cansa y además no es lo mío. ¿Por qué soy yo la que corre? No me rodea mucha gente, pero cerca de mí anda Crisis, que me guía y me acompaña en la carrera. Intento avanzar, pero parece que el suelo a mis pies parece de goma espuma y me absorbe, dificultándome el progreso. De repente Crisis me saca de la ruta y me mete por un parque que conduce a una casa de unos conocidos. Allí está Claire, de "The Pilgrims" de Glastonbury, tan alta y tan pelirroja. Está desnuda de cintura para arriba, pero no parece sentir vergüenza. La casa está llena de gente, pero no son huéspedes de un hotel, sino familia. Se preparan para una celebración. Claire menciona la palabra "fast", pero no me parece que sea un ayuno, sino una especie de acto de constricción grupal. "Nada que ver con Jesús y María", aclara Claire, pero eso para mí carece de lógica porque sí está asociado a un tema aparentemente religioso.

Hay muchos niños en la casa, algunos de los cuales hace tiempo que no vemos y han crecido. Los saludamos a todos. Hay una niña nueva, un bebé.

Claire quiere que Crisis y yo comamos algo antes de marcharnos. Yo estoy un poco nerviosa porque la carrera sigue su curso y estoy perdiendo tiempo. Crisis calcula que están pasando los de 3h15', pero no me consuela, porque ni siquiera entiendo qué quiere decir. Claire nos muestra varias baguettes, pero no quiere que nos comamos una entera, porque le parece demasiado, y no sabe qué darnos. Le sugiero que parta en dos la barra, y le parece buena idea. Mi padre aparece de fondo, en su estilo, intentando inutilmente no molestar.

De repente estoy siguiendo a mi madre que me conduce al piso donde ha metido a mis gatas mientras hacían obras en mi casa. Es la casa de Basi. La puerta tiene un ventanal que permite ver el interior desde fuera, y se aprecia que aquello es como un trastero, lleno de objetos desordenados. Entramos y salen mis gatas. Atrapo a Ozzy a la primera (qué suerte), y mi madre se enfoca en Cafeína, pero va tan lenta en sus movimientos que la gata se escapa. Tengo que ser yo quien se agache para bloquear a la gata y que la pueda coger.

Y entonces despierto.

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