Hace unos días leía por Twitter una noticia que había llamado mi atención: las abejas dejaron de zumbar en el último eclipse de sol.Se refiere al eclipse de hace un año, dado que este año tuvimos otro eclipse solar. En aquél los investigadores observaron la actividad de los insectos, en particular las abejas, y vieron cómo los insectos adaptaban su actividad a la variación de la luz solar, cesando por completo al alcanzar el máximo de oscuridad. Ese parón se mantuvo durante los dos minutos que duró el eclipse. Se cree que la mayoría del enjambre regresó a la colmena para afrontar este evento astronómico. De esta forma se obtiene una evidencia de cómo el sol tiene un efecto en la actividad de las abejas.
Es conocida también la incidencia de los eclipses en el comportamiento animal en general, en los animales salvajes. Puede que los animales domésticos todavía sean capaces de percibir los cambios de luz tan abruptos, incluso de anticiparlos, si aún son capaces de mantener sus instintos naturales.
Y luego estamos los humanos, que seguimos moviéndonos a un ritmo que muestra una total conexión de la naturaleza. Es verdad que la curiosidad nos lleva a muchos a salir a observar el fenómeno, dada su escasa frecuencia observable y su belleza (aún recuerdo esa imagen del 2010 cuando el sol se prendió como un fogón de gas). Muchos, en cambio, continuarán su actividad ajenos a lo que sucede en el cielo. Hemos perdido nuestro instinto, nuestra capacidad de leer las señales del ambiente. Podemos tener una tecnología muy avanzada y "útil", pero hemos prescindido de nuestra sabiduría ancestral, la que nos conecta a la tierra y al universo. Olvidamos que vivimos aquí, aunque nuestra consciencia sea cada vez más artificial y digital.
En el pasado eclipse lunar me llegó una recomendación de no salir a la calle a ver el eclipse. Parece ser que la energía de la luna de sangre no era adecuada para recibirla directamente. Seguí el eclipse desde casa, observando con unos prismáticos cómo la luna se oscurecía y cambiaba de color. Yo sigo siendo sensible al cambio de la luz, al cambio de la energía circundante. No soy la persona más conectada, porque entre otras cosas soy muy mental, pero sí siento los cambios a mi alrededor. Así que me quedé en casa intentando saciar mi curiosidad indirectamente. Quizás podría haber hecho una meditación e ignorar el espectáculo nocturno. Hacer como las abejas: parar toda actividad mientras dura el eclipse. La oscuridad siempre nos invita a la pausa, a la interiorización y a la reflexión.
El próximo año vuelve a darse un eclipse lunar el 21 de enero en el signo de Cáncer que será total desde España. Un buen momento para ritualizar el modus operandi de las abejas.
Es conocida también la incidencia de los eclipses en el comportamiento animal en general, en los animales salvajes. Puede que los animales domésticos todavía sean capaces de percibir los cambios de luz tan abruptos, incluso de anticiparlos, si aún son capaces de mantener sus instintos naturales.
Y luego estamos los humanos, que seguimos moviéndonos a un ritmo que muestra una total conexión de la naturaleza. Es verdad que la curiosidad nos lleva a muchos a salir a observar el fenómeno, dada su escasa frecuencia observable y su belleza (aún recuerdo esa imagen del 2010 cuando el sol se prendió como un fogón de gas). Muchos, en cambio, continuarán su actividad ajenos a lo que sucede en el cielo. Hemos perdido nuestro instinto, nuestra capacidad de leer las señales del ambiente. Podemos tener una tecnología muy avanzada y "útil", pero hemos prescindido de nuestra sabiduría ancestral, la que nos conecta a la tierra y al universo. Olvidamos que vivimos aquí, aunque nuestra consciencia sea cada vez más artificial y digital.
En el pasado eclipse lunar me llegó una recomendación de no salir a la calle a ver el eclipse. Parece ser que la energía de la luna de sangre no era adecuada para recibirla directamente. Seguí el eclipse desde casa, observando con unos prismáticos cómo la luna se oscurecía y cambiaba de color. Yo sigo siendo sensible al cambio de la luz, al cambio de la energía circundante. No soy la persona más conectada, porque entre otras cosas soy muy mental, pero sí siento los cambios a mi alrededor. Así que me quedé en casa intentando saciar mi curiosidad indirectamente. Quizás podría haber hecho una meditación e ignorar el espectáculo nocturno. Hacer como las abejas: parar toda actividad mientras dura el eclipse. La oscuridad siempre nos invita a la pausa, a la interiorización y a la reflexión.
El próximo año vuelve a darse un eclipse lunar el 21 de enero en el signo de Cáncer que será total desde España. Un buen momento para ritualizar el modus operandi de las abejas.
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