Posiblemente éste es el rito que más veces he realizado. Solía hacerlo sola, bajándome las instrucciones de Miranda Gray tras el registro, pero de un tiempo a esta parte han surgido círculos tanto presenciales como online, para poder realizarlo. Es mucho más cómodo porque te van guiando paso a paso, y a veces incluyen material para facilitar el ritual.
La Bendición se hace cada tres meses aproximadamente. Yo estoy suscrita a la web de Miranda y recibo una notificación para el registro. A partir de ahí comienza la preparación, pero no soy demasiado buena en esto. Siempre termino haciéndolo todo en el último momento. Estoy segura de que esto resta poder al rito, pero hago lo que puedo y más últimamente que tengo tantas actividades que encajar.
Este ritual lo puede realizar cualquier persona, tanto hombres como mujeres, aunque no me he parado a leer las instrucciones dedicadas a los hombres. Las mujeres con histerectomías también pueden participar. Da igual tu edad, da igual si tienes la regla o has entrado en la menopausia. No hay exclusión.
En cada evento se trabaja un arquetipo de la Diosa. En esta ocasión se trataba del arquetipo de la Anciana y la meditación está orientada a sanar el linaje femenino materno. Yo igualmente invoqué a todas mis ancestras, maternas o paternas, en línea directa o tías. Todas son importantes para mí. Incluso invité a Basi y a Teína. Que no sean de mi sangre no significa que no sean de mi familia. Terminé encontrándome con muchas. Se ve que el estar trabajando el árbol está removiendo la energía familiar. El encuentro es siempre emotivo. Yo siempre termino llorando. ¿Por qué no? Hay mucho amor en la línea familiar y debo mucho a mi línea. Yo soy ellas.
Durante el rito fui muchas mujeres a la vez, muchos arquetipos. Con lo largo que es el rito da tiempo de sobra. Fui una diosa del bosque iluminando mi parte de la foresta. Fue inevitable recordar al Espíritu del Bosque y a los kodama de "La princesa Mononoke". La energía partía de mí y nutría mi bosque. Yo era grande y poderosa como la diosa que era. Mi energía se expandió más allá de los límites del bosque para cubrir el mundo y fundirse con la energía de otras mujeres que, convertidas en diosas, también aportaban su energía al mundo. Y así todas éramos una. Fue un acto de canalizar la energía femenina al mundo, de bañarlo con su poder y su magia.
Después vino el ritual del "Earth-Yoni". "Yoni", curiosa palabra. Procede del sánscrito y significa "vulva". Ahora parece extendido por ciertas comunidades. A mí me pone mala porque, además de cursi, me parece un error. Es otra forma de impedir que se normalice el uso de la palabra "vulva", es otra forma de invisibilizar una parte tan importante de la feminidad. ¿Por qué nos cuesta tanto?
Aun así esta parte del rito me conectó con dos arquetipos diferentes. Primeramente con la doncella salvaje e indómita. Caminé descalza por un bosque de manzanos en la isla de Ávalon. Fue una vuelta a aquél lugar especial. La imagen no la busqué yo, se disparó al escuchar la palabra "isla". Anteriormente Ávalon no había aparecido. Al llegar al santuario, me convertí en la sacerdotisa, una sacerdotisa de la Diosa. En ambos casos pude sentir el poder emanando de ellas, un poder carente de la inseguridad que suelo mostrar. Había fuerza y determinación, había solidez.
En un momento determinado me encontré con una de las organizadoras. Estábamos frente a frente la una de la otra, nos miramos y nos reconocimos. Reconocimos nuestra existencia, reconocimos nuestra esencia de mujer, de bruja, de diosa. Y de repente me sentí madre. No era madre de nadie concreto, no estaba BH, por ejemplo, solamente sentía la energía de la maternidad en mí. Me gustó. Era una energía más suave que las anteriores, más madura, más nutritiva, más generosa, más amorosa.
Sólo faltó el arquetipo de la Anciana claramente representado, pero ¿acaso ella no contiene a todas las demás? Como me pasó en el White Spring, posiblemente sea el arquetipo que menos necesito desarrollar porque siempre he sido la Anciana. Ya camino con ella.
La Bendición se hace cada tres meses aproximadamente. Yo estoy suscrita a la web de Miranda y recibo una notificación para el registro. A partir de ahí comienza la preparación, pero no soy demasiado buena en esto. Siempre termino haciéndolo todo en el último momento. Estoy segura de que esto resta poder al rito, pero hago lo que puedo y más últimamente que tengo tantas actividades que encajar.
Este ritual lo puede realizar cualquier persona, tanto hombres como mujeres, aunque no me he parado a leer las instrucciones dedicadas a los hombres. Las mujeres con histerectomías también pueden participar. Da igual tu edad, da igual si tienes la regla o has entrado en la menopausia. No hay exclusión.
En cada evento se trabaja un arquetipo de la Diosa. En esta ocasión se trataba del arquetipo de la Anciana y la meditación está orientada a sanar el linaje femenino materno. Yo igualmente invoqué a todas mis ancestras, maternas o paternas, en línea directa o tías. Todas son importantes para mí. Incluso invité a Basi y a Teína. Que no sean de mi sangre no significa que no sean de mi familia. Terminé encontrándome con muchas. Se ve que el estar trabajando el árbol está removiendo la energía familiar. El encuentro es siempre emotivo. Yo siempre termino llorando. ¿Por qué no? Hay mucho amor en la línea familiar y debo mucho a mi línea. Yo soy ellas.
Durante el rito fui muchas mujeres a la vez, muchos arquetipos. Con lo largo que es el rito da tiempo de sobra. Fui una diosa del bosque iluminando mi parte de la foresta. Fue inevitable recordar al Espíritu del Bosque y a los kodama de "La princesa Mononoke". La energía partía de mí y nutría mi bosque. Yo era grande y poderosa como la diosa que era. Mi energía se expandió más allá de los límites del bosque para cubrir el mundo y fundirse con la energía de otras mujeres que, convertidas en diosas, también aportaban su energía al mundo. Y así todas éramos una. Fue un acto de canalizar la energía femenina al mundo, de bañarlo con su poder y su magia.
Después vino el ritual del "Earth-Yoni". "Yoni", curiosa palabra. Procede del sánscrito y significa "vulva". Ahora parece extendido por ciertas comunidades. A mí me pone mala porque, además de cursi, me parece un error. Es otra forma de impedir que se normalice el uso de la palabra "vulva", es otra forma de invisibilizar una parte tan importante de la feminidad. ¿Por qué nos cuesta tanto?
Aun así esta parte del rito me conectó con dos arquetipos diferentes. Primeramente con la doncella salvaje e indómita. Caminé descalza por un bosque de manzanos en la isla de Ávalon. Fue una vuelta a aquél lugar especial. La imagen no la busqué yo, se disparó al escuchar la palabra "isla". Anteriormente Ávalon no había aparecido. Al llegar al santuario, me convertí en la sacerdotisa, una sacerdotisa de la Diosa. En ambos casos pude sentir el poder emanando de ellas, un poder carente de la inseguridad que suelo mostrar. Había fuerza y determinación, había solidez.
En un momento determinado me encontré con una de las organizadoras. Estábamos frente a frente la una de la otra, nos miramos y nos reconocimos. Reconocimos nuestra existencia, reconocimos nuestra esencia de mujer, de bruja, de diosa. Y de repente me sentí madre. No era madre de nadie concreto, no estaba BH, por ejemplo, solamente sentía la energía de la maternidad en mí. Me gustó. Era una energía más suave que las anteriores, más madura, más nutritiva, más generosa, más amorosa.
Sólo faltó el arquetipo de la Anciana claramente representado, pero ¿acaso ella no contiene a todas las demás? Como me pasó en el White Spring, posiblemente sea el arquetipo que menos necesito desarrollar porque siempre he sido la Anciana. Ya camino con ella.
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