miércoles, julio 18, 2018

El páramo

Una compañera nos pidió participar en un intento de denial of service haciendo peticiones masivas a un servidor para comprobar la robustez de un servicio. Lo conseguimos. Fue lo más divertido que hice a nivel laboral en el día de ayer. Todo lo demás fue un caos: reuniones, peticiones, quejas, problemas, urgencias...Acabé tan saturada que decidí aislarme del mundo y volcarme en mi interior, porque allí hay silencio y hay paz, y hay alguien que me quiere y se preocupa por mí.

Fui a lavar el coche y casi me pareció una experiencia placentera. Igual pasó con la compra. Tengo mi vida un tanto descuidada. Me fui a dormir pronto y me he levantado tarde. Y hoy querría aislarme en el trabajo, deshabilitando las notificaciones, y centrándome en todo lo que me apetece de los temas abiertos (que son muchos). Pero no me van a dejar. Lo sé. Son como los pollos de un nido pidiendo incensantemente comida. 22 pollos propios más lo que se añade. Pío, pío, pío, pío. Me drenan. Es parte del trabajo, pero hay días que lo llevo mejor que otros. Esta semana no es precisamente la buena.

La pregunta que me ronda en la cabeza es : ¿y quién se ocupa de ti? ¿quién te cuida? ¿quién te atiende? ¿quién vela por ti? ¿quién recoge tus pedazos cuando te rompes? Oigo el sonido de los grillos y de los calaminos. Cri, cri, cri. Es un páramo muy grande y árido. Sólo veo una salida de nuevo: replegarme. Si cierro los ojos, ya no hay nada más y todo desaparece. Y ya no importa nada.

Cinco minutos en el vacío pueden ser suficientes. O no.
Depende de lo que encuentres en el páramo al abrir los ojos.
Se ve que mi ego hoy está especialmente sensible.
Voy a ver si lo callo al diluirlo en la rutina.

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